Barack Obama

Llega a su fin la gestión de Barack Obama, sin duda uno de los presidentes más admirables que ha tenido Estados Unidos. No pudo hacer todo lo que se propuso porque en una democracia el gobernante no es dueño de un cheque en blanco que le permita tomar cualquier decisión, pero lo que hizo y lo que intentó lo muestran como un hombre que se guió por los más altos valores de su gran país.

            Obama prometió que cerraría la prisión de Guantánamo, en la que se violan los más elementales principios del derecho penal ilustrado, pues, allí han sido recluidos sin límite de tiempo y sin ser sometidos a juicio centenares de sospechosos de estar involucrados en redes terroristas. Apenas en su segundo día en la Casa Blanca, Obama firmó el decreto con el que cumpliría su promesa. No se lo permitió el Congreso, pero el Presidente logró que de los 242 presos que había en la base militar al empezar su primer periodo de gobierno hoy queden solamente 61.

            El proyecto de ley de inmigración también fue echado abajo por el Congreso, pero Obama impidió la deportación de hijos de inmigrantes sin papeles. Su propósito de evitar igualmente la expulsión de cinco millones de indocumentados fue frustrado por un juez de Texas. El caso llegó a la Corte Suprema en la que se produjo un empate en la votación, en virtud del cual la medida se encuentra suspendida en espera del desempate.

            Obama anunció que terminaría la guerra en Irak, de donde retiraría las tropas, y reduciría el número de soldados en Afganistán. La necesidad de derrotar al Estado Islámico ha obligado a Estados Unidos a participar en los bombardeos en Oriente Medio y a enviar asesores militares. Es de recordarse que Obama heredó de su antecesor las guerras en curso.

            La caza de Osama bin Laden, fruto de una impresionante tarea de inteligencia, fue saludada con un gigantesco aplauso por el mundo occidental, aunque estoy convencido de que lo mejor hubiera sido atrapar con vida al líder terrorista y llevarlo a juicio en Estados Unidos.

            Un éxito de gran relevancia en la política internacional estadunidense fue el acuerdo, benéfico para todo el mundo, en virtud del cual Irán no podrá contar con una bomba nuclear.

            Obama inició el diálogo tendiente a restablecer relaciones con Cuba, lo que en mi opinión sería plausible si el acercamiento se hubiera condicionado al menos a que la dictadura de los hermanos Castro liberara a los presos de conciencia y permitiera el ejercicio de libertades democráticas básicas.

            Un gran triunfo de Obama, quizá el mayor de todos, fue el de la reforma sanitaria, gracias a la cual 16 millones de ciudadanos que carecían de seguro médico ahora cuentan con uno. Además, se eliminó la prerrogativa que tenían las compañías aseguradoras de rechazar a pacientes por estar enfermos. La Corte Suprema ha avalado la reforma.

            Otra victoria importante es la de la recuperación económica. La Oficina de Presupuesto del Congreso reconoce que “el presidente Obama ha impulsado el crecimiento económico más que los demás países de la OTAN desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”. El desempleo, que llegaba a 10%, hoy es de 5% con la creación de 14 y medio millones de empleos. El plan de estímulos rescató a los bancos de Wall Street y a la industria automovilística.

            Obama consiguió el aumento en el consumo de energías renovables y en la producción local de petróleo, con lo que se redujo la dependencia de Oriente Medio. Asimismo, aprobó la mayor reducción de emisiones contaminantes y firmó el pacto internacional contra el cambio climático en la Cumbre de París 2015.

            Nadie podría decir que la Presidencia de Obama no fue sobresaliente a pesar de algunas medidas discutibles y de compromisos incumplidos debido a la mayoría republicana en la Cámara de Representantes y al poder judicial. Barack Obama será recordado no sólo por haber sido el primer Presidente negro en la historia de Estados Unidos, lo que de por sí marca un hito formidable, sino por representar lo mejor de su país. Thomas Jefferson advirtió hace más o menos dos siglos que nadie abandona el cargo de Presidente con el mismo prestigio y respeto que le llevó ahí. Obama será una de las excepciones a tal sentencia.