El Eclipse1

Augusto Monterroso

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

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Catulo
Poema 8

Carmen VIII Poema 8[1]
Miser Catulle, dēsinās ineptīre, Pobre Catulo, déjate de tonterías,
et quod vidēs perisse perditum ducas. y eso que ves perdido, considéralo perdido.
Fulsere quondam cándidī tibi sōlēs, El Sol brilló intensamente para ti
cum ventitābās quo puella ducebat cuando ibas a donde una niña te llevaba,
amāta nōbīs quantum amābitur nūlla. amada por nosotros como no será amada ninguna,
Ibī illa multa cum iocōsā fiēbant, Allí muchos goces jugaban,
quae tū volebas nec puella nolebat, que tú proponías y ella no rechazaba;
fulsere vērē cándidī tibi soles. verdaderamente brilló intenso para ti el Sol.
Nunc iam illa non vult: tū quoque ímpotēns noli, Ahora ella no quiere; es inútil, no quieras tú tampoco,
nec quae fugit sectāre, nec miser vīve, no persigas aquello que huye ni vivas desdichado,
sed obstināta mente perfer, obdurā. sino, con mente resuelta, resiste, endurécete.
Valē puella, iam Catullus obdurat, Adiós, niña, Catulo ya se fortalece,
nec tē requīret nec rogābit invītam. no va a buscarte ni a rogarte, si no quieres.
At tū dolēbis, cum rogāberis nūlla. Pero tú sufrirás cuando nadie te busque.
Scelesta, vae tē, quae tibi manet vīta? Malvada, ¡ay de ti!, ¿qué vida te espera?,
Quis nunc tē adībit? cui vidēberis bellā? ¿Quién va a venir a ti ahora? ¿A quién vas a parecerle bella?
Quem nunc amābis? Cuius esse dīcēris? ¿A quién amarás ahora? ¿De quién dirás que eres?
Quem bāsiābis? Cui labella mordēbis? ¿A quién besarás? ¿A quién le morderás los labios?
At tū, Catulle, destinātus obdurā. Pero tú, Catulo, permanece firme.
Gaius Valerius Catullus Gayo Valerio Catulo

 


[1] Traducción de José A. Aguilar V.