La Comisión de aquellos días

Si la nostalgia fuera letal yo no habría sobrevivido: mi corazón quedó anclado en esos ocho años en que tuve el privilegio de presidir —presidente fundador— la Comisión de Derechos Humanos del DF (hoy Ciudad de México)

            Otros hicieron intensas campañas para ocupar el honroso cargo. Como no fueron los elegidos, me odiaron —¡con razón!— para siempre. Llegué sin compromiso alguno, que es como debe llegar un ombudsman, porque a nadie le había pedido apoyo. Sigue leyendo

La horda justiciera

La multitud enfurecida golpea con fuerza desmedida a una persona  —hombre o mujer, joven o madura— sin que una sola voz exija o suplique que cese la paliza. Desfalleciente, sangrante, con la piel desgarrada, la víctima se ha convertido en un guiñapo: ha sido despojada de su humanidad. Lo que le está sucediendo parece irreal. Aunque los golpes y las lesiones le ocasionan un dolor muy intenso, el terror que la invade es aún más fuerte, insoportable. Por momentos abriga la esperanza de estar inmersa en una pesadilla porque no puede ser real lo que le está pasando, pero ese dolor le indica que está despierta, que no sueña, que no va a despertar.

            La explicación más socorrida, diríamos que intuitiva, es que la gente está harta de la impunidad escandalosa que prevalece en el país, erosiona la convivencia civilizada y deslegitima a nuestro Estado de derecho. Y sí, nadie podría negar ese hartazgo ni la contrariedad que provoca que una abrumadora mayoría de los delitos más graves y perniciosos quede sin castigo. Pero en varias ocasiones ha bastado un rumor, un mensaje de WhatsApp, una apariencia sospechosa —lo que sea que eso quiera decir— para que se forme una turba cuya ferocidad no tiene límite. A veces, la policía llega a tiempo para impedir el asesinato. No siempre. Sigue leyendo

Donde el pueblo diga

Admitamos que, como repite frecuentemente el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, el pueblo es sabio, y que su sabiduría abarca complejos asuntos que no ha estudiado. Su sapiencia le habría sido otorgada por iluminación divina o sería intuitiva, por lo que seguramente es muy superior a la que se adquiere en el esforzado estudio.

            Cómo no habría de envidiarse ese saber, del que por supuesto carezco (¿será, ay de mí, que no soy parte del pueblo?). Soy capaz de escribir unas líneas como las que ahora, lectores, me hacen favor de leer ––puede escasear el talento, nunca el entusiasmo––, aprendí algo de leyes en mi paso por las aulas de la UNAM, me enteré después de algunos temas relativos a los derechos humanos, me sé las reglas del futbol (mi deporte favorito) y con cierta dificultad logro usar el sacacorchos para degustar un buen vino. Pero soy un absoluto ignorante en materias tales como la medicina, la aeronáutica, la ingeniería y muchísimas otras. Sigue leyendo

Embeleco

Yo tampoco participaré en esa farsa, como acertadamente ha llamado Federico Reyes Heroles a la consulta sobre el proyecto de nuevo aeropuerto internacional que se construye en Texcoco. Pero sería muy triste e insensato que se cancelara una obra que aportaría al país notables beneficios. Es desolador que el capricho autoritario o los intereses no confesados sean los factores decisivos en un asunto de tal importancia.

            Asimismo, me parece lamentable que se quiera presentar como consulta al pueblo lo que no será sino una burla a los principios democráticos de participación social y un insulto a la inteligencia. Como ha señalado Pascal Beltrán del Río, director de este diario, 1.5% de ciudadanos —en el mejor de los casos— de menos de la cuarta parte de los municipios del país evidentemente no representan al conjunto de la ciudadanía, y las condiciones en que se efectuará la votación no garantizan pulcritud alguna. Sigue leyendo