El impacto de las corporaciones multinacionales (CMN)
en los sistemas alimentarios
El caso de México1

Conclusiones

El modelo productivo impuesto por las CMN agroindustriales al campo mexicano ha impactado negativamente en las condiciones de vida de la población, pues no tiene el objetivo de producir alimentos para el consumo interno/local, vulnerando asi la soberanía alimentaria nacional.

      Esta dinámica atenta también contra el medio ambiente, debido a que el sector agropecuario debe adoptar un paquete tecnológico acorde a las necesidades del mercado mundial y no a los ritmos de regeneración natural, buscando siempre el aumento en la productividad.

      Una de las principales conclusiones de este trabajo es que la producción, la comercialización y la venta de los alimentos está subordinada a las CMN agroindustriales. Éstas consiguen dicho control de manera directa e indirecta. Directamente, mediante la producción primaria de alimentos y la venta de paquetes tecnológicos. Indirectamente, empleando su poder como compradoras principales para establecer precios bajos de compra a los productores directos, y después imponer precios de venta altos para los consumidores. De modo que ganan por partida doble, castigando tanto a productores como a consumidores.

      Hemos visto también que las CMN agroindustriales se vuelven determinantes en la economía del país y aprovechan esa fuerza para convertirse en actores fundamentales en la política nacional. Su poder se vuelve más complejo por las redes que tejen entre capitales nacionales y extranjeros, con CMN de otros ramos de la producción o del ámbito financiero, y con políticos mexicanos. Están enfocadas en la obtención de la máxima rentabilidad, por lo que de ellas no puede surgir ninguna alternativa al orden imperante.

      Las CMN insertan a sus empleados en las instituciones gubernamentales y comparten algunos directivos con asociaciones y cámaras empresariales, a fin de incidir directamente en las labores de cabildeo y de organización del sector. Su presencia ha sido decisiva, por ejemplo, en el Consejo Nacional Agropecuario, el Consejo Mexicano de la Carne, la Asociación Mexicana de Engordadores de Ganado o Agrobio México.

      En este sentido, el gobierno mexicano ha adoptado una política económica de corte neoliberal que las favorece violando su propio marco legal. El sector agroalimentario mexicano descansa en dos pilares, el económico y el político, y ambos están bajo control de las CMN del sector. Son ellas, por tanto, las responsables del retraso económico-social y de la pérdida de la soberanía alimentaria del país.

      En cuanto a los programas gubernamentales de apoyo al campo, que los critiquemos no significa que pensemos que deban ser eliminados, pues, como en el caso de PROCAMPO-PROAGRO, son una de las pocas vías por las que fluyen recursos hacia los pequeños y medianos productores rurales. Lo que si proponemos es el replanteamiento de sus objetivos. PROAGRO, por ejemplo, debe entregar más recursos a quienes carezcan de ellos (sin someterlos a la compra de paquetes tecnológicos), para así impulsar la producción de alimentos, construir una cadena productiva interna integrada por estos productores y, finalmente, conseguir que en ellos descanse la soberanía alimentaria que el país ha perdido.

      Una propuesta como la anterior requiere de una reestructuración integral de la política económica nacional. Si la producción de los pequeños y medianos productores es controlada por las CMN agroindustriales, que determinan los precios, de nada servirán los recursos entregados, ya que esta riqueza será entregada nuevamente a un pequeño grupo que se enriquece a costa de la pobreza de todo un país.

      Por otro lado la producción interna de alimentos básicos para la población no se reactivará si no se revisa la apertura comercial que fomenta la libre entrada de alimentos de mala calidad a bajo precio.

      Aunado a lo anterior, mientras la política monetaria se sustente en un tipo de cambio sobrevaluado que abarata las importaciones, de nada servirá reactivar la producción interna de alimentos, pues ésta seguirá compitiendo de manera desventajosa con la producción internacional.

      Es decir, por más recursos que se les otorguen, los pequeños y medianos productores no podrán salir adelante si no tienen más mercado que el de las CMN agroindustriales. Por lo tanto, es necesario refutar el discurso de la política económica actual, que defiende el papel de las CMN como agentes modernizadores y eficientes.

      Este trabajo ha mostrado que el control monopólico del sistema alimentario vulnera la capacidad de desarrollo del país,y que los pequeños productores rurales (muchos de los cuales han tenido que desplazarse territorialmente para obtener un ingreso que les permita sobrevivir) son los que resultan más afectados.

      La migración interna e internacional de estos productores como jornaleros agrícolas muestra el fracaso del modelo económico actual, ya que renuncia al aprovechamiento de sus propias riquezas para su propio desarrollo y el crecimiento de la economía nacional.

      La migración tampoco ha aliviado las condiciones precarias de reproducción en las entidades federativas con mayor presencia de pequeños productores rurales, ya que éstas siguen presentando los menores niveles de desarrollo nacional, no obstante las pujantes finanzas de las CMN agroindustriales en México.

      México requiere un cambio de rumbo inmediato, de acuerdo con un plan general que reivindique el progreso y la independencia económica nacional. Tal cambio demanda un movimiento socio-político que una las fuerzas de los sectores progresistas nacionales alrededor del objetivo de la recomposición del gobierno actual.

      Lo anterior no es una novedad. Durante la primera década del siglo XXI surgieron diferentes proyectos nacionales en varios países de América Latina (Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia, Honduras, Ecuador, Brasil), que establecieron políticas públicas en favor del crecimiento y de la soberanía nacional. Unos se han declarado antineoliberales, otros progresistas o en transición.

      Para enfrentar el reto de la alimentación han llevado a cabo reformas agrarias e incrementado el gasto público, que han canalizado a la inversión productiva en el campo, centrando su atención en los pequeños productores, otorgándoles estímulos y protegiendo su producción del movimiento internacional de precios.

      En este sentido es necesario el diseño de una política pública encaminada a contrarrestar el patrón de consumo impuesto por las CMN en México, que además es ya un problema de salud pública. Se requiere una política fiscal, monetaria, crediticia y comercial acorde con el desarrollo.

      En el ámbito agroalimentario, esta política debe ser guiada por una planeación nacional que garantice la producción de alimentos y que proteja tanto a los productores como a los consumidores. En este panorama las CMN agroindustriales deberán quedar sólo como un factor complementario.

      Frente a la integración entre las CMN y el gobierno mexicano, podemos reconocer que parece bastante improbable una reconfiguración de la política económica nacional. Por ello la sociedad mexicana está construyendo otras alternativas ante la vulnerabilidad alimentaria, con recursos propios y desde los movimientos sociales de resistencia, que trascienden al Estado mexicano.

      Los pequeños productores dependen de insumos y maquinaria, enfrentan barreras para obtener seguros agrícolas y créditos, y carecen de centros de almacenamiento y de canales de comercialización (lo que propicia la existencia de acaparadores). Por ello es necesario que la organización y la cooperación local de los pequeños productores esté encaminada al desarrollo de cadenas de suministro que rompan con la dinámica impuesta por las CMN.

      Esto puede conseguirse promoviendo instancias y organizaciones de financiamiento solidario o mediante la práctica de la agricultura ecológica sustentable (que ya es ejercida por algunos movimientos indígenas y campesinos en México y en América Latina, que reivindican prácticas productivas de respeto al medio ambiente, a los productores y a los consumidores, estableciendo redes de comercialización e intercambio justas y solidarias).

      Esta última no sólo podría resolver el problema de la soberanía alimentaria, sino también el futuro de la humanidad. El problema es que la producción ecológica de alimentos también puede llegar a ser controlada por las CMN agroindustriales, y de este modo la alternativa ambiental y social habrá sido nuevamente eliminada.

Para ver el estudio completo:

http://elbarzon.mx/2015/08/el-impacto-de-las-corporaciones-multinacionales-en-los-sistemas-alimentarios-produccion-distribucion-y-venta-el-caso-de-mexico/
(10/12/2015)


[1] Investigación desarrollada por OXFAM México y financiada por la Unión Europea.