Un hombre entra a la cantina y pide tres cervezas. Comienza a beberlas dando sorbos alternados a cada una hasta que se las termina. Luego ordena otras tres. El cantinero le dice: —¿Por qué no pide una por una y así no se calientan ni pierden gas?
El sujeto responde: —Mire, tengo dos hermanos, uno vive en Estados Unidos y otro en España. Al separarnos nos prometimos que beberíamos de esta manera en recuerdo de los días cuando bebíamos juntos. Dos cervezas son para mis dos hermanos y la tercera es para mí.
El cantinero se conmueve y dice: —¡Qué magnífica costumbre!
El hombre de las tres cervezas se convierte en cliente habitual de la cantina y siempre que llega bebe de la misma manera.
Un día entra y solamente pide dos cervezas. Los otros clientes se dan cuenta y el silencio se apodera de la cantina. Cuando el hombre pide la segunda ronda, el cantinero le dice: —Por favor, amigo, acepte mis condolencias.
El sujeto responde: —Oh, no; mis hermanos están bien. Lo que pasa es que acabo de adoptar una nueva religión y no se me permite beber. Ω
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