Un día iba yo caminando por el puente sobre el río cuando vi a un hombre trepado al barandal con la clara intención de saltar hacia las aguas sucias y profundas. Le grité:
—¡Alto!, ¡no hagas eso!
—¿Por qué no?— dijo.
—Bueno… hay muchas cosas por las que vivir…
—¿Como cuáles?
—Ehhh… ¿crees en Dios o eres ateo?
—Creo en Dios…
—¡Yo también! ¿Ya ves? Tú y yo tenemos mucho en común. Platiquemos un poco. ¿Eres cristiano o budista?
—Cristiano…
—¡Yo también! ¿Católico o protestante?
—Protestante.
—¡Yo también! ¿Episcopal o bautista?
— Bautista…
—¡Híjole! ¡Yo también! ¿De la Iglesia de Dios o de la Iglesia de Dios Nuestro Señor?
—De la Iglesia de Dios…
—¡Yo también! ¿Bautista original de la Iglesia de Dios o bautista reformado de la Iglesia de Dios?
—Bautista reformado de la Iglesia de Dios…
—¡Yo también! ¿Bautista reformado de la Iglesia de Dios de 1879 o de 1915?
—De 1915…
—¡Muere, maldito hereje!— le dije, y lo empujé hacia el río sucio y profundo.
?