Luis de la Barreda Solórzano
Al presentar su informe sobre la situación de la pena de muerte durante 2012, Amnistía internacional consideró que continúa la tendencia mundial hacia el fin de tal sanción. El año pasado se reanudaron las ejecuciones en varios países que llevaban tiempo sin aplicarla ––principalmente Gambia, India, Japón y Pakistán–– y hubo un alarmante aumento de ejecuciones en Irak, pero su aplicación sigue restringida a un grupo aislado de países. En todas las regiones del mundo se observan avances hacia la abolición.
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Estremece la historia de las tres mujeres que, privadas de su libertad en la adolescencia o en la más temprana juventud, fueron mantenidas cautivas en una casa de Cleveland alrededor de diez años. Será interesante conocer la versión del secuestrador sobre sus motivos.
El secuestro vulgar se comete para obtener dinero a cambio de la libertad del secuestrado. El móvil único es la codicia desaforada.
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La medida cautelar del arraigo, como todos sabemos y algunos han sufrido en carne propia, es una figura de por sí abusiva que, además, se ha aplicado violando la ley, sin razones ni motivos válidos. En efecto, la figura es abusiva porque permite detener a una persona por simple sospecha de que es autor o partícipe de un delito, sin que hasta ese momento existan pruebas que hagan probable su responsabilidad, y se ha impuesto con extrema prodigalidad, sin que se den los supuestos que la hacen procedente: riesgo de fuga, de destrucción de pruebas, o de daño a denunciantes, víctimas o testigos.
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Sólo un miserable es capaz de lanzar una convocatoria como la que hizo en facebook Jesse Alejandro Montaño, un connotado lopezobradorista, para agredir a la reportera Jaqueline Gutiérrez, de La Razón: “Hay que darle una putiza… Pinche la putarraca… Sí aguanta una empinada”. Me recuerda al Macbeth de Shakespeare: “Me atrevo a lo que se atreva un hombre; quien se atreva a más, no lo es”.
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Una disculpa es auténtica cuando quien la pide hace en el acto mismo de disculparse, o a continuación, todo lo que está a su alcance para revertir o reparar el agravio o el daño que ha causado. De no otro modo, el proceder del que se excusa es similar al de quien ruega a otro a quien ha golpeado que lo perdone por los golpes pero continúa golpeándolo: “Perdóname por los golpes que te he dado, por los que te estoy dando y por los que aún te daré”.
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