De las peores policías del mundo

Las policías mexicanas son de peor calidad incluso que las de Sierra Leona, Honduras, Zambia, Liberia, Tanzania, Guatemala, Guinea, Nicaragua y Etiopía. Una vergüenza.

            El Índice Mundial de Policía y Seguridad Interna 2016 (WISPI, siglas en inglés) coloca a México en el lugar 118 de 127 países evaluados en cuanto a rendimiento y prestación efectiva de servicios de sus cuerpos policiacos. Los nuestros solamente superan a los de Venezuela, Camerún, Bangladesh, Mozambique, Pakistán, Uganda, Kenia, Congo y Nigeria.

            Las mejores policías del mundo son las de Singapur, Finlandia, Dinamarca, Austria y Alemania. Las mejores de América Latina son la de Uruguay, en primer lugar, seguida por la de Chile.

            El diagnóstico, realizado por la Asociación Internacional de Ciencias Policiales (IPSA, asimismo siglas en inglés) bajo el auspicio del Instituto para la Economía y la Paz, examina cuatro rubros: capacidad, proceso, legitimidad y resultados.

            El Índice no hace sino confirmar lo que los mexicanos sabemos muy bien. En la Encuesta Nacional sobre Derechos Humanos, Discriminación y Grupos Vulnerables 2015, llevada a cabo por el Área de Investigación Aplicada y Opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, las autoridades más señaladas como las que con mayor frecuencia violan los derechos humanos fueron las policías municipales, con 33.8% de menciones.

            Los vicios y las deficiencias de las policías mexicanas son más notorios en las municipales, pero no están exentos de ellos las federales y las estatales. Los policías mexicanos incurren con frecuencia en abusos, errores ostensibles y conductas delictivas, y están lejos de alcanzar los mínimos suficientes de calidad profesional y confiabilidad.

            Carecen de los conocimientos y las capacidades elementales para ejercer adecuadamente sus funciones, y muchos no poseen siquiera los conocimientos básicos o la práctica indispensable de defensa personal, disparo de armas de fuego, informática o razonamiento oral y escrito. Su condición física suele ser deplorable.

            Además, nuestros agentes policiacos padecen serias carencias en su formación para realizar investigaciones. Sus salarios son notoriamente insuficientes y sus condiciones laborales precarias. No cuentan con los equipos adecuados y suficientes para combatir con ventaja a la delincuencia. No disfrutan del aprecio ciudadano: se les teme, se les desprecia y se desconfía de ellos.

            Las corporaciones policiales mexicanas no están administradas, vigiladas y controladas mediante los sistemas con que cuentan las modernas ciencias administrativa y de gestión de organizaciones.

            Todo eso no solamente las hace ineptas para cumplir su delicada función, sino que en las condiciones actuales del país las hace vulnerables a la infiltración por parte del crimen organizado. Iguala y Tierra Blanca son los ejemplos más claros.

            No conozco a un mexicano que difiera de esta opinión. Y, sin embargo, como sucede con el Ministerio Público, nada se ha hecho, más allá de los discursos, por la transformación a fondo de nuestras policías.

            A partir de la espiral de violencia que se inició en 2007, esas debilidades han sido aún más evidentes. Se nos dijo que se echaría mano del Ejército sólo provisionalmente para combatir a la delincuencia organizada, mientras se formaban las policías altamente profesionales que el país requiere, pero no se han emprendido las acciones que exige esa metamorfosis.

            La policía cumple una función de la mayor importancia en la protección de nuestras vidas, nuestras libertades y nuestros demás bienes y en la consecución o la conservación de las condiciones que permiten una convivencia civilizada. La indigencia en que se encuentran las policías mexicanas ha tenido un costo desmesurado.

            Es verdad que la seguridad pública depende de muchos factores y no sólo de los cuerpos policiacos, pero sin buenos cuerpos policiacos la seguridad pública es inalcanzable. Lograrlos requerirá mucho trabajo y considerables erogaciones. Como decía aquel anuncio de un excelente whisky: se ve caro; lo es. Pero su costo nunca será tan elevado como el que hoy está pagando el país por la podredumbre de nuestras policías.