Hablemos de Tetelcingo

Víctor Beltri

 Es urgente. El debate público se centra en temas tan triviales como la detención de un presunto estuprador —o el significado oculto en el traslado de un reo— sin poner atención en un caso que, muy posiblemente, tendrá repercusiones de mayor gravedad que, incluso, el de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa.

      El asunto no podría ser más desaseado, ni el momento menos oportuno. El informe final del GIEI se ciñe al tipo de las desapariciones forzadas, mientras que el gobierno enfrenta una crisis de credibilidad que rebasa fronteras y posterga visitas oficiales. En este contexto, las conclusiones de Ayotzinapa no serían sino un prefacio a lo que será una pesadilla: la exhumación de las fosas clandestinas de Tetelcingo.

      Las fosas clandestinas de Tetelcingo no pertenecen al crimen organizado, como podría suponerse dada su naturaleza ilegal: las fosas de Tetelcingo fueron cavadas por la Fiscalía General del Estado de Morelos, y en ellas yacen más de cien personas sin registro alguno, sin certificado de defunción, sin una orden judicial que así lo ordenase. En una palabra, desaparecidos, cuyo número finalmente forma parte de la escalofriante cifra de 27 mil víctimas reconocidas de manera oficial. En unos días, los cadáveres habrán de exhumarse para su identificación, con la participación conjunta de autoridades, organizaciones de la sociedad civil, defensores de derechos humanos y un grupo de expertos que se asegurará de que las diligencias se realicen de acuerdo, ahora sí, a lo dispuesto por las normas. Sigue leyendo