Con el epíteto de “clásico” se busca distinguir a aquella obra que, por su carácter único y universal a la vez, ha logrado trascender los límites de su propio tiempo y se ha situado en un plano superior en el que conserva su valor y vigencia a través de las épocas, siendo tomado como modelo digno de imitación. Un clásico es una obra perenne producto del ingenio humano, que no debe pasar desapercibida y merece ser continuamente consultada en busca de enseñanzas y aprendizajes que nos ayuden a comprender los desafíos y enfrentar los dilemas más apremiantes de nuestra condición y nuestro propio momento. Un clásico, en fin, es una promesa de la sabiduría a los ojos del porvenir.

El objetivo de esta sección es recuperar fragmentos de aquellas obras y autores de la literatura, el derecho, la política, la historia y la filosofía, entre otras disciplinas, que resultan imprescindibles para la construcción de una cultura de los derechos humanos. En esta ocasión, el texto elegido es un fragmento de El humanismo del otro hombre, obra del filósofo de origen judío Emmanuel Levinas y que trata de la necesaria empatía que las personas generan cuando asumen la responsabilidad ética por el otro.

Sin identidad (fragmento)

Emmanuel Levinas

III. Subjetividad y vulnerabilidad

[…] Pero la apertura puede tener un tercer sentido. No es ya la esencia del ser que abre para mostrarse, ni la conciencia que se abre a la presencia de la esencia abierta y confiada a ella. La apertura es lo descarnado de la piel expuesta a la herida y al ultraje. La apertura es la vulnerabilidad de una piel ofrecida, en el ultraje y en la herida, más allá de todo lo que puede mostrarse, más allá de todo lo que, de la esencia del ser, puede exponerse a la comprensión y a la celebración. En la sensibilidad, “se pone al descubierto”, se expone un desnudo más desnudo que el de la piel que, forma y belleza, inspira a las artes plásticas; desnudo de una piel ofrecida al contacto, a la caricia que siempre, y aún en la voluptuosidad equívocamente, es sufrimiento por el sufrimiento del otro. Al descubierto, abierta como una ciudad declarada abierta ante la llegada del enemigo, la sensibilidad, más acá de toda voluntad, de todo acto, de toda declaración, de toda postura –es la vulnerabilidad misma. ¿Es? ¿Su ser no consiste en desvestirse de ser, no en morir, sino en alterarse, en “otra cosa que ser”? Subjetividad del sujeto, pasividad radical del hombre, el cual, por otra parte, se planta, se declara ser y considera su sensibilidad como atributo. Pasividad más pasiva que toda pasividad, desechada en la partícula prenominal se que no contiene nominativo. El Yo, de pie a cabeza, hasta la médula de los huesos, es vulnerabilidad.

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