La alegría de mayo

Amado Nervo

A vosotros los que vivís en nuestros piadosos climas templados, los que nunca miráis caer las hojas sino cuando hay ya otras nuevas, de un verde tierno, joyantes y satinadas; vosotros los que desconocéis el horror de la llovizna perenne, del viento glacial que aulla días y noches en los recodos de las calles: a vosotros no os es dado comprender en toda su magnitud el hechizo de la primavera que viene, y ese ¡por fin! que se exhala del alma, de lo más hondo del alma, cuando el sol luce sin sombras y los retoños se multiplican y los árboles se ponen a reverdecer después de habernos mostrado por más de seis meses la lamentable desnudez de sus ramas ennegrecidas, mustias y resignadas, con no sé qué de fatal, a todos los cierzos, a todas las lluvias, a todos los granizos! Sigue leyendo

Inmortalidad

No, no fue tan efímera la historia
de nuestro amor: entre los folios tersos
del libro virginal de tu memoria,
como pétalo azul está la gloria
doliente, noble y casta de mis versos.

No puedes olvidarme: te condeno
a un recuerdo tenaz. Mi amor ha sido
lo más alto en tu vida, lo más bueno;
y sólo entre los légamos y el cieno
surge el pálido loto del olvido. Sigue leyendo

Los funerales de Amado Nervo1

Héctor de Mauleón

UNO

Aquella mañana de 1919 en la que alcanzó el tramo final de su agonía, Amado Nervo estrechó las manos del ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, y dijo una frase extraña:

            —La muerte me encuentra por los pies.

            Fueron sus últimas palabras. La tarde anterior, la nefritis crónica que lo aquejaba había entrado en una fase crítica; el médico de cabecera entendió que no era posible esperar una reacción favorable y congregó a los amigos más cercanos en la habitación que el poeta ocupaba en el Hotel Plaza, de Montevideo. Contaría después el ministro uruguayo: Sigue leyendo

Leonardo da Vinci,
un hombre adelantado
a su tiempo1

Jordi Pigem[2]

Leonardo da Vinci, el gran artista del Renacimiento, modelo del uomo universale, fue también un genio científico. Aparte de su obra pictórica, tan exquisita como escasa, hubo un Leonardo dedicado a la observación rigurosa, el experimento y la formulación exacta de principios generales a partir de la experiencia empírica. En las miles de páginas de sus cuadernos de notas, que sólo han empezado a ser estudiados a fondo en las últimas décadas, encontramos anticipaciones de muchos desarrollos posteriores de la ciencia moderna. Sus contemporáneos sabían que Leonardo dedicaba buena parte de su tiempo al estudio de la filosofía natural, que es como se llamaba a la ciencia entonces (el término inglés scientist no apareció hasta 1840) y asimismo tenemos constancia de que Leonardo planeaba publicar numerosos tratados científicos con los materiales recogidos en sus cuadernos. Pero pese a su enorme dedicación, nunca consiguió llevar a buen término su propósito. Sigue leyendo

Canto a mí mismo1

(fragmento)

I

Me celebro y me canto a mí mismo.

Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,

porque lo que yo tengo lo tienes tú

y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago… e invito a vagar a mi alma. Sigue leyendo