El nido de avispas1

Agatha Christie

John Harrison salió de su casa y se detuvo por un momento en la terraza mirando hacia el jardín. Era un hombre alto de rostro delgado y cadavérico. Su aspecto normalmente era sombrío, pero cuando, como ahora, sus rasgos se suavizaban en una sonrisa, había en él algo muy atractivo.

John Harrison amaba su jardín, que nunca había estado mejor que en esta tarde veraniega y lánguida de agosto. Las rosas del sendero estaban bellas todavía y los garbanzos dulces perfumaban el ambiente.

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Nocturno muerto

Primero un aire tibio y lento que me ciña
como la venda al brazo enfermo de un enfermo
y que me invada luego como el silencio frío
al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto.

Después un ruido sordo, azul y numeroso,
preso en el caracol de mi oreja dormida
y mi voz que se ahogue en ese mar de miedo
cada vez más delgada y más enardecida.

¿Quién medirá el espacio, quién me dirá el momento
en que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma
el corazón inmóvil como la llama fría?

La tierra hecha impalpable silencioso silencio,
la soledad opaca y la sombra ceniza
caerán sobre mis ojos y afrentarán mi frente.

Xavier Villaurrutia