El silencio armónico1

Eva-Lis Worio[2]

El viejo Vicente, de Formentera[3], era tal vez el hombre más feliz que he conocido. Y también, quizá, el más pobre.

            Era un individuo alto, seco, cadavérico, como un junípero, arrugado y macilento, y no poseía ni una sola prenda de ropa que no estuviese remendada. Vivía en Cala Pujol, en una choza hecha de piedras, leña y ramajes, con un rústico y enmohecido brasero a guisa de cocina y un par de potes de hierro descascarillados, desechados de los pescadores, en los que comía. Pero poseía también un excelente bañador[4], un par de zapatos marinos y una máscara de inmersión y, como ya he dicho, era un tipo feliz. Sigue leyendo

Los justos

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.

El que agradece que en la tierra haya música.

El que descubre con placer una etimología. Sigue leyendo