LECCIÓN 3
Realismo e idealismo

Hemos analizado el significado de la palabra democracia. Ahora debemos establecer qué es o bien qué debería ser. A la primera pregunta hay que responder con una óptica realista. A la segunda hay que responder con una óptica racionalista que subraya los ideales de la democracia, y en ese sentido, con una óptica idealista.

El realismo es contemplar la democracia como realmente es. La tradición realista se remonta a Nicolás Maquiavelo, de quien se dice que se centraba en la “realidad efectual” y que de ese modo descubría la política, o, mejor dicho, fundaba la autonomía de la política. La fundaba recurriendo a la observación directa y registrando sin tapujos que la política no obedece a la moral. No obstante, al interpretar a Maquiavelo, al hacerlo nuestro contemporáneo, no debemos olvidar que él observaba un microcosmos político (los principados renacentistas) imposible de comparar con nuestro mundo. Un mundo que aún no estaba animado por ideales políticos, sino, a lo sumo, por ideales ético-religiosos.

En cambio, el racionalismo político no acepta la realidad tal y como es; si acaso la construye deductivamente. Y con el tiempo -primero con las utopías, y posteriormente, de la Ilustración en adelante- imagina una sociedad “ideal”, o en todo caso guiada por ideales. Y es el racionalismo el que establece que sin ideales no puede haber democracia.

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