Reflexión sobre la eliminación de la violencia contra la mujer

Por Ismael Eslava Pérez*

La violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres constituye un problema lacerante que necesariamente amerita atención urgente del Estado mexicano. Su prevalencia en prácticamente todos los ámbitos de su vida refleja la desigualdad imperante entre los géneros y la magnitud del deterioro del tejido social, pues no sólo afecta su dignidad personal, sino que debilita las bases de la convivencia pacífica y limita el desarrollo y crecimiento del país.

Las prácticas sexistas y patriarcales que persisten en la sociedad, encuentran su mejor aliado en la indiferencia, la tolerancia y la impunidad de los crímenes que se cometen a diario contra las mujeres, quienes además de hacer frente a las consecuencias de la violencia que han padecido, tienen que lidiar frecuentemente con la que ejercen las autoridades por acción, negligencia u omisión de garantizar niveles mínimos y razonables de protección a su integridad y derechos humanos.

El feminicidio es la manifestación extrema de la violencia contra las mujeres; la lucha por su tipificación expresa en los códigos penales ha tenido su fundamento ideológico en los primeros instrumentos internacionales de protección de los derechos humanos de ese grupo poblacional, en particular la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW) y las resoluciones de organismos internacionales, como la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el “Caso González y Otras vs México” en 2009, conocido como “Campo algodonero”. 

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