La verdadera tiranía

La escena es estremecedora, de horror. Si no se tiene abotagada o extraviada la sensibilidad, es imposible observarla sin sentir una piedra en la garganta, una tormenta de indignación en el estómago.

Los justicieros tienen en sus garras a varios profesores, entre los cuales hay dos mujeres de edad relativamente avanzada, en cuyas manos han colocado carteles denigrantes y a los cuales están rapando como castigo por no sumarse al movimiento de oposición a la Reforma Educativa. Sigue leyendo

Así del precipicio

Es inadmisible que el sistema interamericano de derechos humanos sobreviva al borde del precipicio económico. Así ha sido desde su origen.

Su subsistencia depende principalmente de aportaciones voluntarias de Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Holanda, Noruega, Reino Unido, Suecia, Suiza, la Unión Europea y dos países americanos que no forman parte del sistema: Canadá y Estados Unidos. Este último país aporta 90% de los recursos provenientes de América. Sigue leyendo

La nueva justicia penal

Las expectativas que en diversos sectores de la sociedad mexicana ha suscitado el Nuevo Sistema de Justicia Penal son enormes: una vez instaurado advendrá la epifanía en los juicios penales.

En círculos académicos y periodísticos, y en conversaciones de legos, se expresa la convicción de que de ahora en adelante las cosas serán distintas, se superarán los vicios y las deficiencias del antiguo sistema, y con el nuevo, como reza la Constitución, se esclarecerán los hechos objeto del juicio, se protegerá al inocente, el culpable no quedará impune y los daños causados por el delito serán reparados.

Hay quienes señalan que las críticas que suscita el novedoso modelo se deben a que los abogados veteranos son refractarios a las innovaciones, no quieren actualizarse, están aferrados a la inercia rutinaria del añoso procedimiento y creen, como los conservadores en todas las épocas, que todo tiempo pasado fue mejor.

A partir de ahora —se escucha y se lee— la policía será factor decisivo en la investigación de los delitos, el Ministerio Público será eficaz sin incurrir en arbitrariedades, los jueces dictarán sentencias justas, las víctimas tendrán  asesoría certera, y los defensores harán valer las pruebas y los argumentos que favorezcan a sus defendidos. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, enfatizó que con el nuevo modelo “se dice adiós a la impunidad”. Para poner en marcha ese sistema se han erogado miles de millones de pesos. Y, sin embargo…

No me gusta ser aguafiestas, pero la impunidad sólo puede abatirse si el Ministerio Público atrapa, con sólido sustento probatorio y jurídico, a una cantidad aceptable de delincuentes. Y nuestro Ministerio Público sigue siendo —en todo el país, en el fuero federal y en el común— ineficaz, negligente y plagado de corruptelas. No se comprende, entonces, el optimismo del secretario de Gobernación. Ante los jueces seguirá llegando un mínimo porcentaje de autores y partícipes de delitos por la sencilla pero irrefutable razón de que el órgano de la acusación no se ha reformado.

Por otra parte, la ONG México unido contra la delincuencia se propuso constatar el funcionamiento del nuevo sistema en las salas de oralidad penal de la Ciudad de México, donde ya está en vigencia para algunos delitos no graves, y para ello realizó un monitoreo de 912 audiencias entre marzo y diciembre del año pasado.

Las observaciones de los monitores revelan una realidad muy distante de las expectativas y los discursos. En 37% de las audiencias el juez no verificó la legalidad de las actuaciones previas y en 64% no analizó las pruebas para determinar la imposición de medidas cautelares. En 42% de las audiencias el Ministerio Público no ofreció pruebas ni las vinculó para solicitar dichas medidas, observándose su falta de capacidad técnica para fundamentar y motivar sus actuaciones; en muchos casos no conocía la carpeta de investigación.

En 99% de las audiencias el defensor público no ofreció pruebas en favor del inculpado y en 27% no tuvo comunicación con éste. Varios defensores no habían revisado la carpeta de investigación porque no se les había entregado hasta ese momento y algunos dijeron que no conocían el nuevo sistema. En la totalidad de los casos el asesor público de las víctimas se abstuvo de hacer manifestaciones diversas a las del Ministerio Público.

En un poema de Peter Weiss, todos creen que la Revolución va a darles todo: se les ha pegado el cocido y piden otro mejor; la que lamenta que su marido sea tan bajo quiere otro más alto; al que le molesta el zapato le apetece un calzado cómodo; el poeta al que no se le ocurren versos requiere ideas nuevas, y el pescador que lleva horas con el anzuelo en el agua solicita que piquen los peces. Y asaltan todas las bastillas, y luego se encuentran con que todo es como era: el caldo pegado, los versos chapuceros, el cónyuge maloliente y gastado, el pez ausente.

Ningún sistema de enjuiciamiento penal funcionará convenientemente  mientras sus protagonistas sigan siendo los mismos de siempre: policías, agentes del Ministerio Público y defensores públicos sin la preparación que se requiere ni vocación de servicio para desempeñar sus delicadas tareas.

Los límites de la protesta

Sería insensato que el gobierno federal trajera a México a un grupo de expertos con el encargo de esclarecer los hechos trágicos de Nochixtlán, Hacienda Blanca y Juchitán, en los que, hasta donde se sabe, perdieron la vida ocho personas y más de 100 resultaron heridas.

Sería insensato sobre todo si ese grupo no estuviera integrado por criminalistas de prestigio en investigaciones forenses, con antecedentes de rigor profesional y objetividad —lo que supone independencia de criterio, libre de servidumbres ideológicas— o que en él se incluyera a personajes que en sus países han sido fiscales que lograron sentencias condenatorias, echando mano de pruebas fabricadas o testimonios falsos. Sigue leyendo

Brexit y xenofobia

Mucho se ha escrito sobre las consecuencias que a mediano y largo plazos tendrá el brexit para el Reino Unido y la Unión Europea. Pero hay una que se está presentando ya: las manifestaciones de xenofobia.

En el mercado de Gloucester, un hombre exigía a gritos respuestas a quienes hacían cola: “¡Esto es ahora Inglaterra! —bufaba el energúmeno—. Los extranjeros tienen 48 horas para salir de aquí. ¿Quién es extranjero? ¿Eres español? ¿Italiano? ¿Rumano?”

En la escuela St. Peter’s de Huntingdon —una villa de poco más de 20,000 habitantes a una hora de Londres, con una comunidad polaca de 10,000 personas— apareció un cartel en inglés y mal traducido al polaco: “No más parásitos polacos”. Además, decenas de vecinos de la misma nacionalidad encontraron en sus buzones mensajes intimidatorios —unas 200 cartas—, lo que no hubiera sido posible si el hostigamiento no hubiera estado organizado.

En el centro cultural polaco de Hammersmith, en Londres, se colocaron letreros ofensivos. En el este de la capital un joven también polaco y su padre fueron apaleados. En Newcastle, el ultraderechista Frente Nacional llevó a cabo una manifestación celebratoria del resultado del referéndum en la que se corearon consignas contra los inmigrantes.

El alcalde de Londres, Sadiq Khan, exhortó a los londinenses a estar en guardia contra la xenofobia. “Es mi responsabilidad —dijo— defender la fantástica mezcla de diversidad y tolerancia en Londres”. El primer ministro inglés, David Cameron, telefoneó a la jefa del gobierno de Polonia, Beata Szydlo, a quien expresó su preocupación por los ataques y le aseguró que hará todo lo posible por defender a los polacos. En el Reino Unido viven alrededor de 800,000.

La xenofobia —como el racismo, el nacionalismo, la homofobia y la intolerancia religiosa— es una de las formas de la heterofobia, definida por Fernando Savater en su Diccionario filosófico como “el sentimiento de temor y odio ante los otros, los distintos, los extraños, los forasteros, los que irrumpen desde el exterior en nuestro círculo de identificación”.

La heterofobia es un atavismo colectivo dentro de la sociedad moderna. Nuestros ancestros exteriorizaban su pertenencia al grupo con actitudes hostiles contra quienes no pertenecían a la tribu. Ese primitivismo ignora el fundamento de los derechos humanos: la dignidad de todo individuo depende de su pertenencia a nuestra especie, de su calidad humana, y no de su procedencia o su identidad racial, sexual, ideológica o nacional. La humillación del otro, del distinto, supone que no se consideran sus sentimientos, sus aspiraciones, sus sueños y sus intereses tan respetables como los propios.

La heterofobia se expande y se magnifica ante los fenómenos migratorios, que no han cesado desde el principio de la humanidad. Hannah Arendt vislumbró un mundo con enormes contingentes de refugiados, desposeídos de todos los derechos y obligados a buscarlos lejos de su patria. No se equivocó, por desgracia.

Los migrantes huyen por hambre, por falta de posibilidades de ascenso social o de realización del proyecto de vida, por intolerancia política o religiosa, por catástrofes naturales o bélicas, y buscan un mejor lugar para vivir. Son atraídos por las expectativas de sobrevivencia o de vida digna, de tolerancia, de derechos de los que no disfrutan en sus países de origen. O por oportunidades no siempre abundantes ahí donde se meció su cuna.

Los migrantes son tan humanos como los oriundos del país de recepción. No eligieron el lugar donde fueron dados a luz ni nacieron allí por castigo divino a algún pecado cometido, de la misma manera que los residentes en países en los que gozan de bienestar no hicieron mérito alguno para merecer esa residencia.

A esos fuereños se les puede negar hospitalidad o se les puede dar la bienvenida —con el límite, claro, de los recursos de cada país— compartiendo con ellos derechos y libertades, brindándoles solidaridad. La primera opción es la del cíclope Polifemo; la segunda es una tradición civilizada. Albert Camus escribió que los derechos humanos no son un aplazable prejuicio mientras la sociedad sea injusta sino que son inaplazables porque la sociedad es injusta. Ω